Según la Organización Mundial de la Salud, más del 5% de la población mundial (430 millones de personas) padece una pérdida de audición incapacitante y requiere rehabilitación (432 millones de adultos y 34 millones de niños). Se calcula que en 2050 esa cifra superará los 700 millones (una de cada diez personas).

Conocer las diferencias entre la oferta de dispositivos para mejorar la audición es crucial para preservar la salud auditiva. Un diagnóstico temprano ayuda a la prevención en el uso de audífonos.

La disminución parcial o total de la escucha se produce como consecuencia del paso del tiempo y se la asocia con un deterioro en la calidad de vida. Cuando esto ocurre, las personas con problemas auditivos, no tratados, suelen aislarse social y familiarmente.

 

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, se puede conservar y potenciar el rango restante de audición para permanecer en contacto con el mundo circundante, gracias al seguimiento por un profesional.
Según la Organización Mundial de la Salud, más del 5% de la población mundial (430 millones de personas) padece una pérdida de audición incapacitante y requiere rehabilitación (432 millones de adultos y 34 millones de niños). Se calcula que en 2050 esa cifra superará los 700 millones (una de cada diez personas). Por ello, se recomienda el uso correcto de audífonos.

Al respecto, Ma. Agustina Leiro (MAT. 8343), Lic. Fonoaudiología del equipo de profesionales GAES Amplifon, comenta: “muchas personas experimentan un deterioro auditivo durante varios años -a menudo una década o más- antes de buscar ayuda, y se acostumbran a no oír ciertos sonidos o incluso, a no participan en conversaciones, quedando aislados socialmente».

 

La profesional explicó que volver a escuchar no es tan sencillo como activar un interruptor, y es allí a donde debemos tener cuidado y prestar atención.”
En algunos casos, se cree que la solución a no escuchar bien es incorporar el uso cotidiano de aparatos que aumenten el sonido, conocidos como amplificadores.

En este sentido, existe una importante diferencia entre estos “altoparlantes” y aquellos dispositivos diseñados para acompañar la acústica natural del oído, de forma que puedan transformar ondas eléctricas en ondas sonoras, compensando deficiencias auditivas.

Ante una naturaleza tan distinta, los dos productos se encuentran sometidos a diferentes normativas, por lo que los requisitos de seguridad, eficacia, calidad e información y los procedimientos de evaluación y control que se aplican a ambos tipos de dispositivos son muy distintos.

 

Además, los audífonos requieren de una evaluación audiológica previa y el seguimiento, por parte de un profesional, para su ajuste a las necesidades de cada usuario.

 

Contar con el apoyo de un experto es fundamental para comprender cuál es la solución adecuada para resolver un problema específico, evitando posibles daños auditivos adicionales por el uso inadecuado.

No hay mejor antídoto que la prevención. Por ello, en el caso de detectar dificultades para escuchar, la recomendación es realizar una consulta con un profesional de la audición para realizar un diagnóstico médico.

El diagnóstico tardío favorece al empeoramiento de la pérdida auditiva, facilitando incluso el desarrollo de otras complicaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente MOL